5 dic 2010

La alegría brasilera

"Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo; la pelota, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha defendía a su mascota, la pelota, y juntos cometían diabluras que mataban de risa a la gente. Él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. En el camino, los rivales se chocaban entre sí". 
Eduardo Galeano



Sus pies estaban girados 80 grados hacia adentro, su pierna derecha era 6 centímetros más larga que la izquierda, la columna vertebral, torcida y una grave poliomielitis agravó su estado, además de su adicción al tabaco desde los diez años. ¿Impedimento para convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia? Para él, ninguno.
Que las imágenes hablen por sí mismas, las palabras se quedan cortas cuando hay que describir tanta magia y arte juntas.


Fuera de las canchas, llevaba una vida plagada de vicios, tanto es así que su adicción al alcohol fue la que signó sus días con una fulminante cirrosis. Se casó tres veces y tuvo 36  hijos, de los cuales sólo reconoció a nueve.  Garrincha murió el 20 de enero de 1983, cuando tenía apenas 49 años. Su cuerpo, curtido por el balón y las copas, fue velado en el Maracaná, donde miles de fanáticos se dieron cita para despedir a quien fue responsable de transmitirles alegría dentro del campo de juego al ritmo de la samba. 
Falleció abrazado a la miseria, abrigado por el calor del pueblo al que tantas veces alegró y habiendo iniciado una leyenda.

"Fue un pobre y pequeño mortal que ayudó a un país entero a suspender las tristezas. Lo peor es que las tristezas vuelven y no hay otro Garrincha disponible. Se necesita un Garrincha nuevo que nos alimente el sueño". 
Carlos Drummond Andrade (poeta brasilero)

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