Una mujer vestida de hombre, robusta, ávida fumadora y con dos compañías fijas: los cuchillos y sus novias. Con sus ojos de hiena clavados en sus objetivos deportivos, consiguío quebrar récords que ni los hombres habían logrado.
Violette Morris vivió para el deporte y murió por defender sus ideas. Todo aspirante a héroe desea que se lo recuerde así. Ésta mujer, que se animó al ser deportista cuando era sólo un privilegio reservado para varones, sembró su mote heróico bajo la osucura cruz esvástica. ¿Todo aspirante a héroe desea que se lo recuerde así?
Fue la sexta hija del barón francés Pierre Jackes Morris y por presiones familiares se casó, a pesar de ser homosexual, con el millonario parisino Gouraud, de quién adquirió las ideas de extrema derecha. Mientras su marido combatía en la Gran Guerra, ella conducía ambulancias, era enfermera en la Cruz Roja y oficiaba de mensajera.
Con el alto del fuego, Violette se avocó completamente a su carrera deportiva. Fue la pionera del atletismo femenino acumulando 19 medallas y 23 récords mundiales en todos los lanzamientos (peso, a una y dos manos, disco y jabalina) y paradojicamente, no acudió a los Juegos de Amsterdam en 1927, cuando las mujeres debutaron en la disciplina. La Federación Francesa le había negado la licencia por "conducta escandalosa".
Obtuvo también dos récords del mundo en 5 mil metros de ciclismo, fue tres veces campeona de Francia en fútbol, consiguió el Bol d'Or en automovilismo, fue subcampeona de su país en mil metros de natación y segunda en la carrera de motocicletas París-Niza. Además, compitió en waterpolo, tiro con arco, boxeo y aviación. Hasta se extirpó sus senos para volantear más cómoda y estar en igualdad de condiciones con los hombres a los que enfrentaba. Para esta mujer, no existián los límites, de ningún orígen.
En 1936 el espionaje alemán, en plena época hitleriana, la reclutó e invitó a las Olimpíadas, donde se convirtió en una entusiasta del sistema nazi. Organizó una red de informadores que transmitió a la Gestapo informes sobre las defensas y tanques franceses. Durante la Segunda Guerra Mundial también trabajó para desarticular el SOE (el servicio inglés que apoyaba a la Resistencia). Según uno de sus biógrafos, Raymond Ruffin, dirigió sádicos interrogatorios por los que la apodaron "la hiena de la Gestapo".
El 26 de abril de 1944, la resistencia francesa le tendió una emboscada y la mataron a balazos de metralleta en su Citroën 15 CV, junto con cinco personas más, entre ellas dos niños.
“Todo lo que un hombre puede hacer, también Violette lo puede hacer”, sentenciaba. Igualó a los varones en capacidades deportivas, y también superó los límites de lo que un hombre que se digna de ser verdaderamente humano es capaz de hacer.